20 | 02 | 2025

Una brisa en el trópico

Reynier Leyva Novo & Leandro Feal

Relaciones especiales

 --María Cristina Gaztambide, PhD


Allá para 1893, la poetisa puertorriqueña Lola Rodriguez de Tió acuñaba desde su destierro habanero una rotunda consigna: “Cuba y Puerto Rico, de un pájaro las dos alas.” Sobre todo después del 1898, esta frase indeleble se ha repetido ad nauseum aquí y allá para describir el estrechísimo vínculo que nos ha entrelazado desde siempre. Dos ramas del mismo tronco. Una misma prole, a pesar del tiempo y el espacio. 

Fast forward siglo XXI. Tiempo y espacio son, justamente, los recursos que Reynier Novo Leyva utiliza para discurrir sobre los frenéticos caminos de Cuba. Sus trabajos conceptuales cuestionan los espejismos, medias verdades y destiempos que desde 1959 caracterizan a nuestra isla hermana. Y, ¿cómo no?, a la nuestra. 

Esta crítica velada fue la que le permitió a Novo y a otros artistas de su generación montarse en el tren del circuito internacional del arte, entrando y saliendo de su patria socialista con relativa facilidad. Sin embargo, hacia 202x, la vinculación del artista con el Movimiento San Isidro (MSI) endureció su mirada a la vez que iba aumentando la vigilancia del estado cubano sobre su persona. La consecuencia: un inesperado exilio en Estados Unidos junto a su familia. Concretamente en Texas, en donde —por dicha— su destino y el mío se entrelazarían, tal y como se han cruzado antes (y siempre) azares cubanos y boricuas.

No debe sorprendernos. Decía el recordado Pablo Milanés que nuestro camino es el mismo y que una y otra vez nos hemos encontrado para juntos reclamar por el destino de Puerto Rico, aquella ala “que cayó al mar [y] que no pudo volar”. Pero, el provenir no es siempre justo y ya no se sabe a cuál de las dos alas es la que toca salvar. 

En Cuba, los jóvenes como Novo que soñaron con apertura ya se han ido. El fotógrafo Leandro Feal recoge el antes y el después del último éxodo del gliteratti artístico cubano en su cortometraje La fiesta vigilada (2015-24). Su trabajo capta el desenfado y la efervescencia de una generación que logró, por momentos, crear arte a contracorriente. Nos los presenta de fiesta, haciendo lo propio de la juventud de cualquier otro rincón del planeta, sin tener conocimiento de que aquellos serían los últimos momentos antes de la detención de varios de ellos, simpatizantes del MSI. 

Seguramente en La Habana ya se organicen pocos bembés tan buenos como aquel. En su lugar vacuidad, silencios y adioses. Y acá en Puerto Rico nos provoca desgalillarnos cantando el clásico navideño “Vámonos que ya esta fiesta se acabó”. 

 ¡Ay pobre pájaro de Lola!: su cuerpo cada vez más lacerado, mutilado, desmembrado. Cuba y Puerto Rico reducidas a dos pájaros en la misma jaula, lejos de ser soberanas. Ambas añorando alzarse al vuelo, la una junto a la otra, tal y como lo imaginó Lola (y después Milanés). Como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen. 

Quelolalolamento por nuestros dos tristes destinos. 

Pero ahí, en nuestro más oscuro cautiverio, se avivan los imborrables recuerdos de unos en los otros, del (alter) pájaro tras el separador. Es un saber del alma, certeza de que hay otros montes y otras playas más allá del mar en donde existen otros ojos, mentes, cuerpos como los nuestros. Y así en la oscuridad resuena el cantar del pájaro enjaulado, recordándole a su compañero (a nosotros) que ahí está, vital, dando aliento.   

Y como el azar se sabe tejer, era de esperarse que tarde o temprano Novo volcaría su mirada sobre Puerto Rico. El refranero popular ya lo anticipaba: “Dios los cría, y ellos se juntan”. Mirando hacia acá desde allá (y bajo el prisma de su actual experiencia en Estados Unidos), sus más recientes trabajos —entre ellos 10 Patrias y el 1898 con el ocho parpadeante (ambos de 2025)— revelan verdades y obviedades que nosotros ya no sabemos ni ver pero que él desde lejos (¿o desde cerca?) las intuye perfectamente. 

Aquí en Puerto Rico (y allá en Cuba) el camino nunca termina de fijarse. 

Tanto aquí como allá (o, mejor dicho, en los “allases”), la práctica de Novo nos confronta con la inestabilidad entre familiaridades ancestrales (que nos unen) y los anhelos de mejores porvenires (que no acaban de llegar). Y a nosotros, los que lo acompañamos en su viaje, tan solo nos queda decirle que aquí estamos, encontrándonos, mirándonos a los ojos nuevamente.